Pastoral 05 de Febrero - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Hablando a Dios a favor de los Hombres!
Estas palabras del gran predicador deben hacernos reflexionar profundamente, pues somos una Iglesia en Células en el Modelo de los Doce, donde muchos de nosotros estamos en posición de liderazgo ante un pequeño o grande grupo de personas, que dependen espiritualmente de nosotros.
La oración no es un pequeño hábito fijado en nosotros mientras estábamos en las faldas de nuestras mamás; ni el un ligero espacio de tiempo antes de las comidas, mas es la obra más seria de nuestros años más serios. Ella ocupa más tiempo y exige más apetito que los más ricos banquetes que puedan existir.
A la oración que da eficacia a nuestra predicación debe darse mayor importancia. El carácter de nuestra oración determinará el carácter de nuestra predicación. Oración ligera dará prédicas también ligeras. La oración hace fuerte y vigorosa nuestra predicación, y le da unción, haciéndola saliente y despertadora. Para todo buen líder (de célula o de Iglesia) de buen resultado la oración siempre fue un negocio serio.
El líder, pues, debe ser preeminentemente una persona de oración. Debe tener su corazón diplomado en la Escuela de Oración. Solamente en esta escuela puede el corazón aprender a predicar o testificar. Ninguna erudición pude sustituir la falta de oración. Sí, ni la sinceridad, ni la diligencia, ni el estudio, y ningún otro don suplirá esa falta.
Hablar a los hombres respecto a Dios es una grande cosa, pero hablar a Dios en favor de los hombres es aún mayor. Jamás hablará bien, y con real éxito, a los hombres, en el Nombre de Dios, aquel que no aprendió bien cómo hablar a Dios en favor de los hombres. Más que esto: palabras sin oración en el púlpito o fuera de él son palabras mortíferas.
La oración, en vida del predicador o del líder, en su lugar secreto, en la Célula o en el púlpito, debe ser una fuerza poderosa que a todo impregne, y un ingrediente que a todo de color. No puede ocupar un lugar secundario, ni ser una mera superficialidad.
Corramos, pues, a nuestro lugar secreto de oración, buscando de Dios para nuestras vidas y presentándole todos los hombres y mujeres que están bajo nuestro liderazgo cristiano, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (2 Corintios 15:58).
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino,
Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.
¡Feliz Año Nuevo!