Pastoral 11 de Junio - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¿Existen Cristianos “Llaneros Solitarios”?
Además, el apóstol Pablo exhorta a cada cristiano en Éfeso a estar “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. (Efesios 4:3). Este esfuerzo debe ser diligente de parte de cada creyente en mantener la unidad de Cuerpo de Cristo. Hay, además, otras partes de las Escrituras que subrayan la necesidad de unidad entre los cristianos. El Señor Jesús dijo: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. (Juan 17:21).
La Iglesia de Cristo no debe ser un aglomerado de individuos que, por casualidad, concuerdan con las mismas ideas. Ella está ligada como un organismo vivo en una unidad corporal. Es verdad que un cuerpo es una organización, pero es mucho más que una organización de células, tejidos, órganos y sistemas. La esencia de un cuerpo está en que él consiste de millares de células que comparten mutuamente de una vida. Todas las células tienen vida y reciben vida y comparte vida las unas a las otras.
Es el compartir de la vida que diferencia un cuerpo de una sencilla organización. Una organización deriva su poder de la asociación de individuos, más un cuerpo deriva su poder compartiendo vida. “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. (Efesios 4:4-6).
Nuestra relación con Dios es una relación vertical, y nuestra relación con los hermanos es una relación horizontal. Una depende de la otra. Nuestra relación vertical depende de nuestra relación horizontal, y vice-versa. Cuanto más crezcamos en intimidad con los hermanos en la fe, más creceremos en intimidad con Dios.
El apóstol Juan, enseñándonos esta verdad, declara en su primera carta lo siguiente:
1 Juan 2:10 – “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.”
1 Juan 3:10 – “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.”
1 Juan 3:14 – “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.”
1 Juan 4:7 – “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.”
1 Juan 4:20 – “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
1 Juan 4:21 – “Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.”
1 Juan 5:1 – “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él”.
Amados discípulos, para que podamos amar a una persona, necesitamos relacionarnos con esta persona. Cuando nos relacionamos los unos con los otros, estamos relacionándonos con el propio Dios. Juan nos muestra en sus cartas que, si queremos crecer en nuestra relación con Dios, necesitamos primeramente crecer en nuestra relación con los demás cristianos, pues es a través de estas relaciones interpersonales que experimentaremos y vivenciaremos la vida cristiana.
Por lo tanto, es imposible ser un “cristiano llanero solitario” si hay un sinfín de posibilidades de relacionarnos entre nosotros y gustemos de la Vida de Dios entre los hermanos en Cristo y miembros de un solo Cuerpo del Señor en la Tierra.
Que disfrutemos de estas tremendas bendiciones, privilegios y oportunidades de crecimiento espiritual que nos da el Señor Jesús de crecer en nuestra relación con Él a través de las Células, las Celebraciones y de todas las actividades que están a nuestra disponibilidad en la Iglesia de Cristo.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.