Pastoral 12 de Febrero - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Hablando a Dios a favor de los Hombres!-II
Cada líder, siervo o predicador necesita tener un lugar secreto de oración, un Bethel, un altar, una visión, una escalera, para que cada pensamiento suba en la dirección del Cielo antes de que podamos dirigirnos a los hombres; para que cada parte de nuestro mensaje, enseñanza o predicación reciba el soplo del Cielo, porque Dios está en este lugar secreto con nosotros.
Así como una máquina nunca se mueve sin que se encienda el fuego, nuestro mensaje o predicación, con toda su maquinaria, perfección o lustración, no pasa de cosa muerta, en lo que respeta a resultados espirituales, mientras la oración no prende el fuego y forma el vapor.
La disposición, la clareza e la fuerza del mensaje no pasan de escorias, si el poderoso impulso de la oración no esté en él, a través de él, e por detrás de él. Por la oración, el hombre y la mujer de Dios deben poner a Dios en su mensaje.
Por la oración el líder de Célula y el Pastor deben mover a Dios hacia el pueblo, antes de poder llevar el pueblo hacia Dios con su mensaje o predicación, con sus palabras. Debemos tener audiencia y pronto acceso a Dios, antes de tener acceso al pueblo. Un camino abierto hacia Dios, para nosotros, los líderes, es la más segura garantía de un camino abierto para el pueblo.
Es necesario afirmar y reafirmar que la oración, como mero hábito, como una acción practicada rutinariamente o como satisfacción de un oficio, es cosa deteriorada y muerta. Este orar no tiene ligación alguna con el orar que estamos buscando inculcar en nuestro liderazgo.
Aquí hablamos de la verdadera oración, que se apega y pone fuego a casa elemento superior de la persona del líder o predicador – esa oración nace de la unión vital con Cristo y de la plenitud del Espíritu Santo, que fluye de los profundos e inagotables manantiales de la tierna compasión y de la inmortal solicitud por el eterno bienestar del hombre; oración que es celo consumidor por la gloria de Dios, que es profunda convicción de las dificultades del hombre o de la mujer de Dios, y de la delicadeza de la Obra y de la imperiosa necesidad de la más poderosa ayuda divina.
Que todos seamos atraídos a este tipo de oración que vemos nítidamente en la vida de nuestro Maestro y que nos enseña el camino para penetrar en la Sala de los tesoros escondidos del Padre. Como líderes sobre el pueblo de Dios no estaremos autorizados a ministrar a las almas redimidas o por convertirse, a menos que estemos adiestrados a ministrar al Eterno y Poderoso Dios de Quien emana todo el poder y toda la gracia que necesitamos para desarrollar nuestro ministerio.
Abrámonos a este mover especial de oración bajo la guía y la protección del Dulce Espíritu Santo de Dios.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino,
Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.