Pastoral 15 de Octubre - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Diez Razones por las que Admiro a Israel!
Pero la historia de Israel merece ser contada. Es, para parafrasear a Winston Churchill, uno de los capítulos más grandiosos en los anales de la historia. Esto es lo que más admiro:
Primero: la identidad del pueblo judío está construida sobre tres pilares: una fe, un pueblo y una tierra.
La tierra es inextricable en la ecuación. Incluso cuando los judíos fueron echados de la tierra por la fuerza – como ocurrió más de una vez – nunca, ni por un momento, perdieron la conexión con ella; siempre fue el centro de sus plegarias y de su sistema de creencia. Jerusalén, física y metafísicamente, es el centro de la existencia judía. La determinación de los judíos para reafirmar ese lazo por miles de años sólo puede generar asombro.
Segundo: quienes habitaron la tierra, o retornaron a ella, antes del renacimiento del Estado en 1948 enfrentaron desafíos indescriptibles.
Esos desafíos podrían fácilmente haber derrotado a personas menos decididas. El terreno mismo era árido e inflexible, los pantanos estaban infestados de enfermedades, el agua era escasa, las bandas de pillos árabes los ponían en riesgo. Pero ellos persistieron.
Tercero: esos pioneros, en contra de todas las posibilidades, hicieron florecer un campo tras otro, un árbol tras otro, un trabajo tras otro (para judíos y árabes por igual), y un vecindario tras otro. Y, asimismo, hicieron florecer al hebreo moderno. Tomaron un lenguaje antiguo y lo hicieron contemporáneo, y gracias a eso se convirtió en la lengua del nuevo Estado.
Cuarto: las políticas de estado no eran simples.
Tomó 50 años desde la visión de Teodoro Herzl del renacimiento de la nación judía hasta el Plan de Partición de 1947 de la ONU, que determinó que un estado judío y un estado árabe emergerían de la Palestina gobernada por los ingleses. Durante esas cinco décadas – con todos los altibajos globales, las artimañas de los gobiernos y las fuertes políticas – el liderazgo judío en la tierra perseveró. Fueron impávidos.
Quinto: ese mismo liderazgo judío entendió que media torta era mejor que nada. A pesar de que los judíos hubieran querido un estado más grande, y creían que los hechos históricos los hacían merecedores del mismo, el pragmatismo prevaleció por sobre el maximalismo. Y ahí radica la diferencia fundamental entre los líderes judíos y árabes de la época, y esa ha sido la diferencia desde entonces.
El Plan de Partición de 1947 podría haber solucionado las aspiraciones de judíos y árabes por igual (es decir palestinos, pero el término “palestinos” todavía no era utilizado en la ONU). Hubiera habido dos estados para dos pueblos viviendo juntos, idealmente, en paz y cooperación. Pero la insistencia árabe para quedarse con toda la tierra desató una guerra. La guerra creó un problema de refugiados, y el sueño de “tener todo” continúa siendo alimentado por demasiados líderes palestinos.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.