Pastoral 26 de Febrero - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Engañadores de Sí Mismos!
La otra clase quiere que la religión sea únicamente de las buenas obras (me refiero aquí a las obras muertas de Hebreos 6:1), dando poco o ningún énfasis a la fe en Jesucristo; esperan alcanzar la salvación mediante sus propios hechos. Los judíos pertenecían generalmente a esa última clase. Sus maestros religiosos les enseñaban que serían salvos por la obediencia a la ley ceremonial. Por eso, cuando Pablo comenzó a predicar, parece haber atacado más especialmente este error de los judíos.
Dijimos que esos dos extremos – el que hace que la religión consista sólo en obras exteriores y el que la hace consistir exclusivamente en la fe – son igualmente falsos e igualmente fatales. Aquellos que quieren que la religión sea solamente buenas obras, se olvidan de que las propias obras no son aceptables ante Dios a no ser que procedan de la fe. Pues “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).
Y aquellos que hacen con que la religión consista solamente en la fe, pierden de vista el hecho de que la verdadera fe siempre opera por el amor y produce infaliblemente las obras de la fe.
El hombre puede hasta sentir la aprobación de una verdad abstracta. Esto es lo que muchos suponen ser fe: la aprobación que sienten para con el carácter y el gobierno de Dios y por el plan de salvación cuando encarado de modo abstracto. Muchos, cuando escuchan un sermón elocuente sobre los atributos o el gobierno de Dios, se quedan entusiasmados con la excelencia demostrada, pero sin que tengan la menor partícula de verdadera fe.
Oí hablar de un incrédulo que se conmovía hasta el éxtasis con semejantes temas. La mente racional es de tal modo constituida que aprueba, natural o necesariamente, la verdad cuando considerada de modo abstracto. Los demonios más perversos del infierno también la adoran, desde que puedan verla independientemente de su relación con ellos. Si ellos pudiesen ver el Evangelio sin cualquier relación que interfiriera con su egoísmo, no sólo comprenderán que es la verdad como también lo aprobarían cordialmente. Todo el infierno, si pudiera encarar a Dios en su existencia absoluta y sin cualquier relación consigo, aprobaría de corazón el carácter de Dios.
La razón por la cual los hombres perversos y los demonios odian a Dios es porque lo ven relacionado consigo mismos. Sus corazones se elevan en rebelión, porque ven a Dios como enemigo del egoísmo de ellos.
Veamos a este hombre: está enfermo, y sus sentimientos están enternecidos. Al contemplar a Cristo, bondadoso y tierno Salvador, su corazón se derrite y él siente fuerte emoción de aprobación para con Jesús. ¿Por qué? Por los mismos motivos que lo llevarían a sentir fuertes emociones para con el héroe de un romance o película. Pero, no obedece a Cristo.
Y yo estoy cada vez más convencido de que se encuentran grandes multitudes en nuestras iglesias, donde las doctrinas abstractas del Evangelio son muy anunciadas, que aprecian la predicación y aman oír al respecto de Dios y todo más, sin embargo, no están convertidos. Y sin duda multitudes ingresan en las iglesias, porque aprecian la predicación ortodoxa, cuando, al final, es manifiesto que no son practicantes de la Palabra. Y el mal es éste: no se les ministra la Palabra de modo que vean la verdad en su relación con su propia persona.
¿Cuándo se ha de purificar la Iglesia o convertirse el mundo? No se dará mientras no sea reconocido que la herejía en la práctica y la prueba de la herejía en la creencia. No se dará mientras el hombre pueda negar todo el Evangelio en su práctica diaria y aun mantener su posición en la Iglesia como buen cristiano.
Veamos sólo como un ministro puede ser engañado respecto del estado de su congregación. Él predica bastante sobre doctrinas abstractas que no se relacionan inmediatamente con la práctica; sus oyentes dicen que son alimentados y se gozan en ello; él piensa que están creciendo en la gracia, cuando en la realidad no hay ninguna señal cierta de que existe religión entre ellos.
Es evidente que eso no es prueba. Mas si él predica doctrinas prácticas, y si el pueblo demuestra que ama la verdad en relación a si propio, practicándola, entonces los oyentes dan prueba de verdadero amor a la verdad, y estarán libres de engaño a sí propio.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.